Ir al contenido principal

Un día más



  Un nuevo comienzo; otro intento por mantenerme sobrevolando los días con alas de imaginación, y surcar los vientos cambiantes de las emociones, para aterrizar con suavidad sobre tiempos mejores.

  Visitar un nuevo sitio, no del todo desconocido, construido sobre cimientos muy antiguos, que alguna vez fueron mi hogar, y ayudaron a protegerme del frío oscuro de la noche tortuosa. Un viaje sin retorno, pero poblado de intermitentes miradas hacia atrás, sin memoria, pero lleno de recuerdos atesorados bajo los huesos.

  Reinventarse, encontrarse en la piel de otro, en la propia, verse al espejo, más viejo y con la mente joven; amanecer sin esperar nada, sólo estando atento a los pequeños obsequios que trae cada día, momentos definitivos que forjarán la memoria de otra vida. Empezar de nuevo, con poco, con lo que se tenga a mano y sea necesario para ir en busca de lo merecido.

  Hoy voy a correr sobre el verde del campo bajo la luna, alejándome de estas palabras vacías. Voy a huir de todo, de la noche, del día, de lo que fui y lo que seré; correré hasta que mis piernas apenas puedan sostenerme, hasta que rompa en llanto y risas al mismo tiempo.


 Y cuando por fin caiga rendido al suelo, con la soledad del campo y la luna como testigos, sabré cierto que este ha sido un día más y no un día menos.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La cena

  La espuma resbala lentamente por su antebrazo, hasta llegar deslizándose a la palma de la mano. La otra, que sostiene la esponja, dibuja círculos imaginarios sobre la superficie de un plato, mientras el agua tibia se va escabullendo entre las cosas hasta perderse por el desagüe de la pileta. A sus espaldas, el sonido sedante de las burbujas naciendo y muriendo en una danza de micro explosiones, moviéndose entre las paredes circulares de la olla hirviendo sobre el fuego azul. Levanta la mirada hacia el reloj, donde las agujas se han acomodado para marcar las once de la noche. Luego de terminar con el último resto de vajilla sucia, seca sus manos y gira el cuerpo para apagar la hornalla.  Al otro lado de la barra de madera que protege el frente de la mesada dejando una gran ventana rectangular, se encuentra el living penumbroso. Y en el silencio de la pieza, manchada con restos de luz que escapan de la cocina, alguien duerme estirado sobre el sillón. Su respiración suave dibuja un soni

Cenizas

Con las rodillas flexionadas y el cuerpo agazapado contra el cordón de la vereda, intenta proteger al fuego de los embates del viento que llegó con la medianoche. Este es su ritual de año nuevo. Sobre el asfalto frío los restos de calendarios van siendo consumidos por las llamas, y así el nuevo año va asomando al otro lado de la calle. Cuando era más joven, vio a su abuelo cumpliendo con esa tradición, ensimismado en su tarea, y desde ese día acostumbra quemar los restos del año al terminar el día.  Cientos de luces de colores iluminan el cielo de diciembre, los estruendos y algunos gritos llegan con el aire, y desde el suelo las llamas derriten los números ya sin sentido. Los días que fueron muy importantes, los días vacíos y solitarios, también esa fecha marcada que no podía olvidarse, todo está allí; aunque ahora todo eso es nada, un simple pedazo de papel ardiendo. Y apenas un montón de recuerdos en su memoria. Las cenizas del pasado abonan su presente, y mañana cuando salga el sol

Las palabras

  En ocasiones, las palabras se rehúsan a salir sin motivo aparente. Es así que los días pasan, amaneciendo con ganas de escribir, pero sin embargo, las horas se van, luciendo una hoja en blanco sobre el escritorio. En esos momentos me invade una extraña sensación, una especie de contradicción entre el deseo y las ganas, entre cuerpo y alma.   Hasta que cierto instante, sin forzarlo, tomo asiento en tranquilidad, con un lápiz en la mano, y las palabras empiezan a brotar, moviéndose constantes como hormigas en su camino. Muchas veces ni siquiera importa el sujeto de redacción, ni el propósito, o la intención; solo es preciso dejar que las oraciones vayan surgiendo, y los renglones quedando atrás, abarrotados de símbolos.   Luego de un espacio atemporal, medido en ensimismamiento mas que en minutos, el tema aparece por si solo, como siendo arrastrado por la inercia del propio movimiento del lápiz sobre el papel. Así sin más, todas las palabras empiezan a referirse a la misma cosa,