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Origen incierto


  Si lo fuerzo es muy probable que nunca llegue. La ansiedad crece, la música va pasando, y afuera la lluvia sigue cayendo, pero la hoja aún está en blanco. El lápiz se siente frío en la mano derecha, adormecido, como esperando para acariciar suavemente el papel dejando su huella. Extraña huella, distinta a las humanas, esta produce rastros grisáceos, a veces más claros otras mucho más marcados; va dibujando palabras en su propio lenguaje, inentendible para el instrumento, inerte, que alguna vez fue un árbol con sus ramas libres abiertas al viento. Pero esta lengua es propia de quien sostiene el lápiz, en un antiguo ritual de transmisión de ideas, las conexiones eléctricas en su órgano más incomprendido, pasan por la mano hasta el instrumento y luego al papel, y así son transferidos a la realidad material, donde quedan plasmados a menos que se destruya intencionalmente el medio. Ese mensaje en un misterio. ¿De dónde vinieron esas palabras, esa intención? La respuesta lógica sería del cerebro del emisario, pero si se piensa un poco en profundidad es extraño cómo llegó a ese lugar. Por la experiencia quizás, pero la experiencia es abstracta, las palabras las colocó el órgano en sí. Otras veces ni siquiera el escritor reconoce esas ideas como propias, parecen haberle llegado desde fuera.

  Es extraño en ocasiones, cuando uno se dispone a escribir, pero no cuenta con ninguna idea previa acerca del texto, es decir, no hay intención más que el simple ejercicio de soltar palabras. Entonces, sin darse cuenta, el texto empieza a crecer guiado quién sabe por qué fuerzas, y pronto tiene su propia intención, todas las palabras se conectan en un mensaje, y los párrafos avanzan con dirección cierta. Después de un rato, cuando la ensoñación cesa, la creación es releída, y es común notar que uno ha sido ajeno al texto en sí. Hay palabras e incluso frases completas que no siento haber escrito yo, no creo haberlas pensado y mucho menos escrito.

  Entonces hay dos caminos posibles para cualquier persona que se enfrente a esto: pensar que la creación viene de una extraña conexión con alguna fuente universal, de la que salen todos los conocimientos; o simplemente que nuestro cerebro alcanza determinado estado de concentración que es el que nos permite acceder a ciertas áreas de nuestra psiquis a veces ocultas.
  
  Es conocida la idea de una mente universal, que sirve de fuente donde se guarda todo el conocimiento, después algunas personas logran conectarse con ella (desconozco de qué manera, o si es simple azar), y sirven como canal a través del cual estás ideas o descubrimientos pasan a formar parte de nuestra realidad conocida. Le ha sido atribuida esta conexión a múltiples científicos que propiciaron importantes descubrimientos que hoy son fundamentales para nuestra vida, también a artistas cuyas creaciones parecen desconectadas de su propio tiempo. No estoy seguro de la veracidad de todo esto, soy muy escéptico con muchas de estas cuestiones, aunque reconozco que es una idea muy poética e interesante, porque demostraría que todos somos parte de un todo (algo de lo que sí estoy seguro) y que además los conocimientos que necesitamos están ahí a nuestro alcance, alojados en algún lugar esperando a que alguien esté preparado para conectar con ellos.

  El otro camino es el más racional, el que aparece más directo si usamos las herramientas que están a nuestro alcance. Nuestro cerebro es uno de los órganos más fascinantes e incomprendidos de nuestro cuerpo. No es extraño que esté repleto de ideas y conceptos que desconocemos. Aquello a lo que accede nuestra mente consciente es limitado, y muchas veces circunstancial, es decir, hay conocimientos que solo salen a la luz cuando los necesitamos, pero sabemos que están ahí. Cuando no son usados permanecen en silencio. Entonces no es descabellado pensar que muchas otras ideas están en silencio en los rincones del cerebro, y cuando alcanzamos determinado estado de consciencia se van desprendiendo de a poco, apareciendo como conceptos ajenos, aunque provienen de nosotros mismos. Habrán sido creados de manera inconsciente, uniendo fragmentos de otras cosas, experiencias, e imágenes que pasan desapercibidas para nuestra mente consciente. ¿Cuántos textos estarán alojados en mi mente? ¿cuál es el camino más rápido para acceder a ellos?

  Sea cual sea la explicación para este fenómeno, es fascinante el acto de crear de manera no intencionada, de poder escavar en los más profundos misterios y extraer así aquello que sea necesario para nuestro crecimiento.

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