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Transcurría ya la mitad
de la noche cuando el cuello no pudo evitar ceder ante el pesoacumulado de los
pensamientos amontonándose en la cabeza, que acabó por caer golpeando el brazo
izquierdo extendido sobre la madera del escritorio. Ese golpe silencioso, levemente
amortiguado por los músculos del antebrazo, hizo brotar de un salto el lápiz
desde la cartuchera, y en cuestión de segundos comenzó a delinear movimientos
suaves sobre el papel, como impulsado por alguna fuerza misteriosa y no por los
dedos de su mano. En medio de esa alienación de vez en cuando alguna letra lograba
escaparse de la hoja y saltar hasta manchar el escritorio marrón; tratando de
imitar a las palabras que a pulsos escapaban más allá de los huesos del cráneo
e inundaban el aire de la habitación. El resto del espacio a su alrededor era
quietud. Por momentos ni siquiera el ir y venir periódico de su cuerpo hinchándose
y comprimiéndose al respirar era evidente, como si el único movimiento que lo
mantuviera con vida fuese el del grafito rozando el blanco entre los renglones.
Afuera, al otro lado de la ventana apenas entornada, el mundo seguía su curso.
Algunas personas atravesaban la noche calle abajo, caminando con el peso de los
pies llevando el ritmo de la marcha. En la esquina bajo la luz amarillenta de
un foco, una mujer de silueta difusa esperaba transporte mientras encendía un
cigarrillo, una mano sosteniendo el encendedor y la otra con la palma abierta
cubriendo la boca apretada. Interrumpiendo la escena, un gato blanco iluminó
como una mancha el opaco tronco de un árbol, para luego ir manchando lentamente
la vereda y la calle hasta perderse tras la esquina.
Pero todo este universo moviéndose
bajo el cielo estrellado permanecería para siempre ajeno al hombre sentado en
su escritorio, con la espalda encorvada alejándose del respaldo de la silla.
Seguía soltando palabras, creyendo inútilmente que algo de eso podía salvarlo,
que en aquellos renglones quizás podría abrirse una puerta, que ignoraba a
dónde lo haría llegar, pero cualquier otro lugar parecía mejor que aquel que
acogían sus paredes. Su cuerpo flotaba como una isla en el centro de la
habitación, y a su alrededor el resto de las cosas que allí debían estar lucían
oscuras, y solo él podría conocer de memoria los muebles que completaban el
escenario de su dormitorio. La luz de la lámpara bajaba desde unos veinte
centímetros por encima del escritorio, y desde allí salpicaba el frente de su
cuerpo, estirándose como la luz de una vela, e iba perdiendo poder a medida que
los objetos se alejaban del círculo generado por el hombre, el lápiz y las
ideas cayendo sobre el papel.
Poco a poco la noche se
fue volviendo cada vez más silenciosa, hasta apagar los pasos en el asfalto frío,
la respiración del viento y el ruido de algún auto abriéndose paso a unas
calles de distancia. Los colores de la cuadra se apagaron también, empujados hacia
la oscuridad por la muerte del único foco de luz que aguantaba el invierno.
Adentro todo comenzó a
volverse igualmente oscuro, el rostro tenso fue perdiendo fuerza y se abandonó
en una expresión distante y desesperanzada; las palabras ya no se dirigían a
ninguna salida, ahora se amontonaban nerviosas mostrando paredes, pozos y
silencios. El lápiz inclinado sobre la hoja se movía con una danza desconocida
y tenebrosa, sus trazos eran ahora algo torpes y violentos. Un dolor punzante
en la espalda lo obligó a enderezarse de inmediato, apoyando finalmente el peso
del cuerpo contra el respaldo frío, sin perder la expresión de su rostro.
Los músculos de la mano
se rindieron y dejaron caer el lápiz soltando un sonido seco y breve. Las letras
sobresalían de la hoja proyectando sus sombras alargadas sobre la fibra. Ya vencido,
el peso de los párpados amenazando con cubrirle por completo los ojos, se
entregó a la libertad de dar la noche por perdida, una más que flotaba en el
limbo de sus noches sin sueño. Estiró el brazo izquierdo que aún descansaba
sobre el escritorio, apagó la lámpara, y su universo acabó por fundirse con el
afuera en la oscuridad perpetua de la madrugada.
Muy bueno!
ResponderEliminarMuchas gracias!!
EliminarHola, es la primera vez que vengo a tu blog. Excelente micro. Alguien dijo que hay escritores interesantes que sugieren sus descripciones, no cuentan todo al detalle, explicitando cada acción y dejándolas como evidentes, si bien, esta última sería otra forma válida de narrar. Aunque hay tantos estilos narrativos como literatos Tú lo consigues: sugerir; y que mantengamos la expectación hasta el último momento, aplicando recursos inteligentes en ese sentido. Me lo he pasado muy bien leyéndote. Gracias por estos momentos.
ResponderEliminarBuenas! Bienvenida a mi blog, muchas gracias por leerme. Valoro mucho tus palabras, me siento halagado por ese análisis de mi texto. Me parece genial que un relato que yo disfruté mucho escribiendo haya generado tales sentimientos al ser leído. Un saludo y una vez más gracias por leerme.
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