El aparato hace vibrar la mesa, interrumpiendo el silencio pensativo de la tarde. La cabeza tiende a girar, casi por instinto, por obligación. Con los músculos del cuello procura mantenerla firme al frente, con los ojos dirigidos hacia la diapositiva brillante en la pantalla de la computadora. Intenta unos segundos, falla, vuelve a controlar la dirección de la mirada, hasta que por fin se rinde rompiendo el leve hechizo de concentración. Y así el ciclo comienza una vez más. Un mensaje, insignificante. Una notificación que motiva la navegación pasiva en el mar de publicaciones, unas graciosas, alguna foto interesante, un poema. Todo al cabo de un rato se vuelve superficial, ya poco importa lo que está en la pantalla, solo cuenta el hecho de estar allí dentro, abstraído en ese micro mundo sin obligaciones, sin parciales, sin tiempo, sin presiones. El parcial. Rápidamente presiona el botón de salir, aunque sabe muy bien que su mente se quedó allí, pensando en las historias por ver, o
...and following our will and wind we may just go where no one's been...