Mientras las últimas luces de la tarde se van alejando, el concierto de aves se apaga lentamente sobre las ramas del laurel. El resto del jardín está en silencio, ya las pequeñas y difusas sombras de todas las cosas se aglutinan en una sola dando paso a la sombra mayor: la noche. El ambiente perdió sus vivos colores, esos que hasta hace unas horas imitaban algún óleo perdido. El gran verde de los pastos pasó a amarillo teñido por el sol, luego fue cediendo a gris, hasta ser absorbido por un profundo color negro. Y así con el resto de las cosas: el rojo ladrillo de la vereda, el amarillo de las flores junto al muro, el violeta del vino en la copa y hasta el azul en las plumas de algún pájaro. Todo perdió su color y dio paso a un aire de infinitas posibilidades, porque en la espesa oscuridad de la noche las cosas pierden hasta su forma, sus propiedades más absolutas. El mundo material vive en nuestra imaginación, los objetos son porque los pensamos. A menos que algún intrépido aventu
...and following our will and wind we may just go where no one's been...