Yo era chico cuando el Frente
Amplio llegó al poder, allá por 2005. No era un niño, pero si lo
suficientemente inmaduro como para entender lo que pasaba o siquiera
interesarme. Tabaré Vázquez se convertía en el presidente de la república, y en
un hecho histórico luego de años de oposición la izquierda alcanzaba la
presidencia. Yo cursaba sexto año de escuela y poco me imaginaba los años que
vendrían. Concurría a una escuela inmersa en un contexto complejo, donde se
convivía con una realidad muchas veces triste, pero sin embargo asimilada como
la norma. Por diferentes factores era un afortunado ya que, si bien no
estábamos en posición de privilegio, al llegar a casa contaba con una ducha
caliente, un plato de comida y una cama donde descansar. Pero todos los días me
cruzaba con realidades diferentes, y eso parecía ser así sin posibilidades de
cambio, era lo normal, así debía ser. Reacciones de todo tipo se agitaban en
torno al nuevo gobierno, muchos esperanzados de lo que podría pasar, otros
enojados, o con miedo. Tengo recuerdos difusos del acto de asunción, pero sí
recuerdo que se percibía un aire de cambio, expectativa, como si un nuevo
tiempo estuviera empezando. Algo particular que se me viene a la mente, es
caminar por la calle y observar, incluso antes de las elecciones, la presencia
creciente de banderas partidarias del FA en las casas, nunca se habían visto
tantas.
Hoy, quince años después de
todo aquello, valoro en retrospectiva el carácter histórico de ese instante.
Las transformaciones que tuvieron lugar en este tiempo están a la vista de
todos. Muchos, sin embargo, se niegan a verlas, pero bueno, qué se puede
esperar de aquellos que ni siquiera tienen la dignidad de reconocer y condenar
sus propios errores. Me refiero a transformaciones de todo tipo: económicas
(donde la mayoría pone el foco), sociales, personales, y hasta culturales y de
pensamiento. Podría ponerme a hablar de cómo ha cambiado mi vida en estos
quince años, de dónde estoy ahora y dónde estaba en ese momento, hablar del
plan de emergencia, la regularización del trabajo de mi familia, mi llegada a
la UDELAR, los diferentes progresos de mi familia, o de muchas otras cosas;
pero quizás eso sería un poco egoísta porque estaría obviando el resto de las
historias de otras personas. He visto muchas. Y creo que es un poco estúpido
atribuir todo el mérito solo a los esfuerzos o decisiones personales, porque
eso sería desconocer por completo el impacto evidente de las políticas llevadas
a cabo por quienes ocupan los cargos de gobierno en la vida de los ciudadanos.
Es todo esto parte de la razón de
escribir este texto a modo de plasmar todos estos años, no sé si cómo
agradecimiento porque sería algo impersonal, pero sí como modo de reconocer los
cambios y los procesos que me trajeron hasta acá. Reconocer todo aquello que
ayudó directa o indirectamente a transformar mi vida, el avance económico y
humano, los derechos conquistados por los colectivos de los que formo parte, en
fin, la transformación de la vida cotidiana.
Hoy se termina una era
política, la primera “progresista”, y la despido con esperanza y
agradecimiento, no sin recordar lo que no se logró o se hizo mal, condenar a todos
aquellos que con sus malas intenciones empañaron los logros. Abrazo el nuevo
tiempo con expectativa, cargando un dejo de tristeza y preocupación por las
múltiples señales negativas que han dejado ver integrantes del nuevo gobierno.
Pero sobre todo muy tranquilo de que todo lo cosechado en estos quince años
seguirá estando como guía de todo lo que resta por conseguir, custodiado por
todas y todos sin importar banderas ni colores.
Me abrazo a mi historia y con
ella a la de tantos como yo, y celebro así que la política siga siendo un
elemento importante para transformar la vida de las personas.
👏
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