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En la orilla


  Aturdido. Rodeado por cientos de aves que revolotean incansables sobre su cabeza y comienzan a ponerlo cada vez más nervioso. El cuerpo arrojado sobre la arena fría, con los brazos alrededor de las piernas y las rodillas presionándole el pecho.

  De a ratos el mar envía sus olas y le da un respiro, espanta con su espuma suave alguna aves, que después de alejarse unos metros, vuelven a rondar en círculos sobre su cuerpo rendido.

  De pronto, el día se hace noche, y la lluvia se vuelve uno con el aire.
  Si supiera de qué manera, se levantaría y llegaría a comprender, que una vez de pie, las aves huirían asustadas. Y que sin importar cuántas gotas de lluvia murieran en su piel, estando así de pie, con la cabeza erguida más allá de los hombros, podría caminar sin problemas hasta donde quisiera.

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