Vivo en mis
ideas. Soy lo que pienso. Aunque para los demás soy mis actitudes, soy lo que
hago. Lo que hago no siempre es fiel a lo que pienso: los demás no ven quién
soy realmente.
Soy lo que
pienso. Los otros no ven lo que pienso: los otros no me ven. ¿No soy? ¿Quiero
que me vean? ¿Soy para los demás, o para mí mismo?
Ajusto mis
actitudes a mis pensamientos: me vuelvo auténtico. Pienso, siento y actúo de
acuerdo a mi esencia. De a ratos me escondo, protejo mi silencio. Después
salgo, renovado, ofreciendo mi ser al viento.
¿Seré
aquello que conozco desde niño? ¿seré lo que me ocurrió desde entonces?
Soy mi cara,
mi tono de voz, mis manos. Soy mi familia, mis amigos, la música que escucho.
Nunca seré lo que escribo, porque cuando lo leo ya soy otro. Soy todos los
lugares a los que he ido, y también los que nunca pisaré.
Pero
entonces, si vivo en mis ideas, también estoy hecho de aquellas que preferiría
nunca rondaran en mi cabeza. Soy lo que me hace bien y lo que me hace mal.
Soy cuando
quiero dejar de ser.
Soy mis
pensamientos y mis actitudes. Los demás ven mis actitudes: me ven. Yo veo mis
pensamientos y mis actitudes: me veo.
Soy.
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