Hay personas que son como música nueva. Vienen a sacudirnos la comodidad de los lugares conocidos, las notas seguras; nos invaden las listas de reproducción con canciones nuevas. Llegan en el momento justo, y me gusta pensar que las situaciones nos van llevando hacia ellas. De a poco, a los golpes, con notas graves y melodías oscuras, o de un tirón con sonidos dulces y extasiados.
Hay personas que son como discos nuevos, descubiertos por casualidad al navegar en laberintos musicales, o discos recomendados que logramos escuchar después de un tiempo. Canciones llamativas que saltan de la radio hasta atraparnos, y que anhelamos recordar tiempo después para encontrarlas y escucharlas por nuestra cuenta. Algunas de estas canciones se pierden para siempre, y solo duran lo que su tiempo de exposición hasta la próxima publicidad aleatoria.
Hay personas que son todo un mundo inexplorado de notas distantes, ritmos desconocidos que nos invitan a bailar o sacudir la cabeza al compás de sus movimientos. Siempre la salida más interesante es entregarse al baile, por más dureza de las articulaciones, el cuerpo lo pide, el alma necesita ser parte de esa cadencia que la conmueve; dejarse llevar por esos lugares extraños de lo impredecible, y quizás, en esos caminos uno pueda toparse consigo mismo. Porque después de toda una vida buscándose sin éxito, es necesario cambiar de senderos para encontrarse, probarse en otros zapatos, pisar otros suelos, buscar nuevos ritmos.
Hay personas que son canciones tristes, y hay canciones tristes que vienen inevitablemente asociadas a personas o momentos. Llegan y van derrumbando todo a su paso, muy lentamente. Su misión parece ser la de arrancar el llanto tímido, para exorcizar la tristeza acumulada de otras canciones infelices y de nosotros mismos. Están ahí para aprender a vivir la desolación de los acordes menores, las melodías enredadas y las notas doloridas que pasan con los días, convivir con su desconsuelo hasta hacerlo pasión en un solo de guitarra.
Hay personas que son silencios. Canciones apagadas o incluso tonadas que nunca tendremos el privilegio de escuchar. Esas nos demuestran que, en la música, a veces, el silencio es tan importante como el sonido.
Todas estas personas que son como música nueva representan nuestro mayor regalo. Porque en la monotonía de los días, son valiosos los sonidos novedosos que nos arrancan de la normalidad, las líricas que erizan la piel, las miradas inexploradas, los bailes, las muecas, las cuerdas que vibran y hacen vibrar el aire.
A veces dos notas se cruzan por azar, y deciden resonar juntas en una melodía que, con su armonía, musicaliza la soledad.
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