Ir al contenido principal

La serpiente brillante



 Por la ventanilla del ómnibus veo acercarse la ciudad, como una inmensa serpiente de escamas brillantes. Su cuerpo se extiende en la oscuridad cerrada del campo alternando luces plateadas y rojizas. Lentamente me voy aproximando a ella, emergiendo desde la nada del campo nocturno, hasta llegar a sus calles despobladas. A medida que avanzo, los árboles opacos bajo el cielo se van intercalando, pasando velozmente frente al cristal, para perderse a mis espaldas.


Ahora ya soy uno con la serpiente. Lentamente voy rodando por sus entrañas, rozando su piel de asfalto frío, dejando atrás a los pocos transeúntes que aún rondan las calles de invierno. Las vidrieras empañadas devuelven imágenes borrosas de los comercios tras las rejas. Un gato salta desde un tacho de basura, para perderse con sigilo tras la esquina.


Poco a poco me alejo y la luz va desapareciendo. Ahora solo veo el horizonte, donde confluyen el negro del campo con la poca luz que las estrellas le otorgan a este cielo nocturno. A mis espaldas imagino a la serpiente con escamas brillantes, perdiéndose para siempre en la nada de esta noche fría, junto con agosto y las horas de risas que quedaron atrás.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Paredes

Las paredes no hablan, pero desde su quietud escuchan y lo ven todo. Testigos silenciosos de vivencias, encierros, noches largas y días ausentes. Pasa el tiempo, las personas, las familias, y ellas siguen ahí estoicas, acumulando recuerdos, coleccionando imágenes de las que nadie más oirá hablar nunca. Las paredes nos aíslan, protegiéndonos del mundo, del viento y el frío en el invierno, separando nuestras camas de la noche oscura en las calles. Nos privan del barrio, sus transeúntes, tamizan las conversaciones de la esquina en la mañana, que llegan con palabras amortiguadas rebotando en la almohada tibia. Nos mantienen secos en las tardes de lluvia, acaparando para sí el olor a tortas fritas que solo deja escapar la grieta rebelde de una ventana. Aunque a veces con el tiempo la humedad empieza a ganar la batalla a base de constancia, sombreando los rincones blancos con manchas oscuras y olorosas. Las paredes nos encierran, empujando nuestros cuerpos cautivos hasta ma

Extrañar

¡Buenas! ¡Bienvenidx a mi blog y gracias por tu visita! El texto de hoy es uno más enmarcado en esta realidad de aislamiento que estamos viviendo. Surgió mientras escuchaba el disco "Parachutes" de Coldplay, así que probablemente esté un poco influenciado por el aura de sus canciones. Puedes dejarme un comentario más abajo, o usar los botones para compartirlo en tus redes sociales. ¡Espero lo disfrutes! - Hay un abrazo pendiente en el calendario. Más de uno, en realidad. Hay una lista de otros planes a la espera. Una mirada que busca sin éxito otra mirada, atraviesa el aire vacío y frena al chocar contra las paredes. Podría esperarse que las circunstancias la llevaran a regresar y mirarse a sí misma, pero no es así. No puede. Se hace tedioso voltear a observarse después de tanta costumbre y hastío. En cambio, la mirada se queda ahí perdida para siempre en la nada, brotando densa desde los ojos cansados de ver rutina, encierro y espejos. El verbo extrañar surge ajeno, de

Insomnio

¡Buenas! La cuarentena está llena de noches de insomnio, pues este texto nació en una de ellas. Estaba tirado en la cama entre la maraña de pensamientos y la luz que entraba por la ventana, y sentí que debía guardar ese momento en un texto. Espero lo disfruten ¡Gracias por leer! - La noche despierta lugares muy extraños. Paisajes inexplorados. En el Universo de mi ventana ya la luna se escapó hacia un costado. Una estrella la sigue de atrás, rezagada y solitaria, alcanzada casi por la luz naciente del amanecer. La amenaza del nuevo día no es nada para el desvelo de mi mente alerta. Fríos susurros me llegan desde la calle, deslizándose en el silencio hasta alcanzar mis pies desnudos en la penumbra de la habitación. Aquí arrojado en la soledad de la madrugada no soy nada, nadie lo es; solo somos piezas sueltas, inertes, que conforman la gran maquinaria de las horas durmientes. Me hundo entre la inmensidad del silencio y la noche agazapada intentando vencerme. Y aun así mi m