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Insomnio

¡Buenas! La cuarentena está llena de noches de insomnio, pues este texto nació en una de ellas. Estaba tirado en la cama entre la maraña de pensamientos y la luz que entraba por la ventana, y sentí que debía guardar ese momento en un texto. Espero lo disfruten ¡Gracias por leer!

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La noche despierta lugares muy extraños. Paisajes inexplorados. En el Universo de mi ventana ya la luna se escapó hacia un costado. Una estrella la sigue de atrás, rezagada y solitaria, alcanzada casi por la luz naciente del amanecer.


La amenaza del nuevo día no es nada para el desvelo de mi mente alerta. Fríos susurros me llegan desde la calle, deslizándose en el silencio hasta alcanzar mis pies desnudos en la penumbra de la habitación. Aquí arrojado en la soledad de la madrugada no soy nada, nadie lo es; solo somos piezas sueltas, inertes, que conforman la gran maquinaria de las horas durmientes. Me hundo entre la inmensidad del silencio y la noche agazapada intentando vencerme. Y aun así mi mente sigue batallando entusiasta contra el sueño, ella tiene sus razones, ya que si por mi fuera ya estaría dormido hace rato.


Allá afuera en el paralizado mundo vivo, los límites entre lo real y lo imaginario se esfumaron: no queda objeto, persona o imagen que no sea alcanzada por la duda. La incertidumbre razonable, tan necesaria en este punto, cuando ya cada cosa es parte de la noche como si esta fuera un gran agujero negro tragando las certezas del mundo conocido.


¿Qué importa ahora qué es real y qué no? Acaso en el último rincón racional de lo humano ello represente un problema; pero para mi ser más verdadero no lo es, porque aquí en mi camino la incertidumbre es ley.

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