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Mostrando entradas de 2019

El "efecto ganador"

Para ejemplificar lo que voy a ilustrar en este texto, comenzaré con una analogía, que marca creo yo claramente a qué me refiero. En el mundo del deporte, más precisamente en el fútbol, actividad tan usada para hacer paralelismos con la realidad, ocurre algo particular con respecto a las victorias y derrotas de uno u otro equipo. En la competencia suelen verse todo tipo de actitudes, tanto dentro como fuera del campo de juego, todas las energías están puestas en obtener el resultado y bajo este lema se ven muchas maneras de actuar violentas incluso, entre colegas detrás de una pelota. No voy a hablar de las tribunas porque es tema para otro texto. Lo cierto es que una vez finalizado el partido, es común que los ánimos se calmen, pero sucede que quien sale perdiendo a veces se vuelca a la protesta, contra los adversarios, los árbitros o quién sea, llegando al extremo de la violencia. Lo contrario ocurre con el que se lleva la victoria, por lo general se torna más conciliador, actitud

Las décimas perdidas

Hace un tiempo, viajando en ómnibus con destino al lugar donde doy clases, me encontré con un personaje interesante. El viaje dura apenas una media hora, ya que el centro al que acudo es a unos pocos quilómetros de la ciudad. Siempre un transporte colectivo es motivo de encuentro con diversos tipos de personas, con situaciones de todo color, conversaciones que uno escucha sin quererlo y quedan flotando por ahí. En fin, de vez en cuando está bueno alejarse del ensimismamiento, salir de la mente o quitarse los auriculares, para contemplar el entorno y sus detalles. Photo by Ant Rozetsky on Unsplash Yo sentado en el fondo del vehículo, veo subir a un señor de unos setenta años, quizás más. Lentamente maniobrando el peso de sus bolsos como podía a medida que avanzaba en el pasillo, dejando atrás los asientos ocupados, hasta llegar y sentarse en el asiento contiguo al mío. Desde un primer momento la presencia de la guitarra descansando junto a mí en el asiento le llamó la atenció

La muerte del sentido común

Vivimos en una época muy particular, el avance y la expansión de las nuevas tecnologías, y la extensión del uso de las redes sociales, ha provocado una “hiperconectividad” entre todas las personas sin importar las barreras que los separen. Hoy cualquier ser humano puede plasmar su opinión en internet (yo lo estoy haciendo ahora) y hacerla llegar en un instante a cualquier parte. Esto me parece maravilloso porque aumenta la pluralidad de voces y democratiza la información, hoy en día ya no existe como antes una sola visión de la realidad provista por los medios de comunicación y aceptada por todos sin cuestionamiento alguno. Ya no quedan prácticamente puntos de vista que no estén reflejados en alguna parte, no hay visiones del mundo marginadas, o gente con cosas para decir y sin espacios para expresarse. Obviamente que esto también tiene sus numerosos costados negativos, como el avance y la masificación de discursos de odio que se creían enterrados para siempre; porque es más fácil qu

Día vacío

 Despojé al día de toda subjetividad, poco a poco le fui quitando las horas, las responsabilidades, el peso de su ubicación caprichosa dentro de la semana. Al principio me costó bastante lograr desprenderlo de todo porque, para mi sorpresa, era mucha la carga. Fui extrayendo una a una las expectativas, los horarios preestablecidos, y todo lo que descansaba planificado en el calendario. Este último perdió total sentido, hasta convertirse en una simple asociación impuesta como promesa de orden, ajena al orden propio. Y, sin embargo, ambos yacen alineados hasta que son forzados a separarse. Terminé por quitarle al día también mis horarios autoimpuestos, los momentos designados para cada actividad rutinaria: los minutos de almuerzo, la sobremesa, el espacio vacío entre la ducha y la hora de dormir.  Por último, acabé por extraer hasta el clima. Me fue fácil, una vez que fui consciente de cuánta influencia tenía sobre mí el sol del mediodía, o la lluvia suave durante la tarde, el vien

La máquina de perder tiempo

  El aparato hace vibrar la mesa, interrumpiendo el silencio pensativo de la tarde. La cabeza tiende a girar, casi por instinto, por obligación. Con los músculos del cuello procura mantenerla firme al frente, con los ojos dirigidos hacia la diapositiva brillante en la pantalla de la computadora. Intenta unos segundos, falla, vuelve a controlar la dirección de la mirada, hasta que por fin se rinde rompiendo el leve hechizo de concentración. Y así el ciclo comienza una vez más. Un mensaje, insignificante. Una notificación que motiva la navegación pasiva en el mar de publicaciones, unas graciosas, alguna foto interesante, un poema. Todo al cabo de un rato se vuelve superficial, ya poco importa lo que está en la pantalla, solo cuenta el hecho de estar allí dentro, abstraído en ese micro mundo sin obligaciones, sin parciales, sin tiempo, sin presiones. El parcial. Rápidamente presiona el botón de salir, aunque sabe muy bien que su mente se quedó allí, pensando en las historias por ver, o

Vida Pública

 La otra noche desperté en un sueño. Me fui a dormir muy pacíficamente enredado entre las sábanas tibias de mi cama, esperando que al despertar todo estuviera en su lugar habitual: la mesa de luz con el libro de Onetti sosteniendo el celular, las camperas colgando en la pared opuesta, y la luz colándose entre las cortinas hasta tocar los pies de la cama. Pero nada fue como esperaba. Desperté muy lejos de allí, en un lugar desconocido y una escena bastante extraña. Al principio me sentí relajado, no sé por qué estuve consciente de que todo aquello era un sueño, pero al pasar los segundos esa certeza se fue desvaneciendo, las imágenes eran absolutamente vívidas, nada parecía alejarse de la realidad. Habitualmente se está bastante entrenado para diferenciar la realidad de lo onírico, pero existen momentos donde todo se vuelve difuso y nuestra percepción no permite volcarse hacia ninguna de las posibilidades. Momentos reales que parecen increíbles y sueños que de tan realistas y vívidos

Música nueva

  Hay personas que son como música nueva. Vienen a sacudirnos la comodidad de los lugares conocidos, las notas seguras; nos invaden las listas de reproducción con canciones nuevas. Llegan en el momento justo, y me gusta pensar que las situaciones nos van llevando hacia ellas. De a poco, a los golpes, con notas graves y melodías oscuras, o de un tirón con sonidos dulces y extasiados.   Hay personas que son como discos nuevos, descubiertos por casualidad al navegar en laberintos musicales, o discos recomendados que logramos escuchar después de un tiempo. Canciones llamativas que saltan de la radio hasta atraparnos, y que anhelamos recordar tiempo después para encontrarlas y escucharlas por nuestra cuenta. Algunas de estas canciones se pierden para siempre, y solo duran lo que su tiempo de exposición hasta la próxima publicidad aleatoria.   Hay personas que son todo un mundo inexplorado de notas distantes, ritmos desconocidos que nos invitan a bailar o sacudir la cabeza al com

Una semana de lluvia

  Estoy sentado junto al fuego. Las piernas estiradas, acercándose gentilmente al borde de la estufa, apoyadas una sobre la otra. El respaldo del banco sobre el que estoy sentado me está matando, su madera me presiona la espalda haciendo algo incómoda mi posición. Pero aun así estoy a gusto. Entre las manos una taza de té caliente es mi única compañía en la noche. Afuera todo está sereno, apenas de vez en cuando se escucha la voz lejana de algún transeúnte desconocido.   Hace un rato en la TV alguien pronosticaba tiempo lluvioso para toda la semana. Quizás tenga razón, desde esta mañana se puede respirar la humedad en el aire, pegándose a los pisos, las paredes y al frío de las habitaciones. “Una semana de lluvia” pensé. La idea ciertamente no me desagrada, amo los días de lluvia.   Una semana de lluvia. Una semana de calles empapadas, de ropa mojada. Una semana de café caliente y música suave por la tarde. Una semana de noches con las gotas de lluvia musicalizando el techo d

Sombras en el jardín

  Mientras las últimas luces de la tarde se van alejando, el concierto de aves se apaga lentamente sobre las ramas del laurel. El resto del jardín está en silencio, ya las pequeñas y difusas sombras de todas las cosas se aglutinan en una sola dando paso a la sombra mayor: la noche. El ambiente perdió sus vivos colores, esos que hasta hace unas horas imitaban algún óleo perdido. El gran verde de los pastos pasó a amarillo teñido por el sol, luego fue cediendo a gris, hasta ser absorbido por un profundo color negro. Y así con el resto de las cosas: el rojo ladrillo de la vereda, el amarillo de las flores junto al muro, el violeta del vino en la copa y hasta el azul en las plumas de algún pájaro. Todo perdió su color y dio paso a un aire de infinitas posibilidades, porque en la espesa oscuridad de la noche las cosas pierden hasta su forma, sus propiedades más absolutas. El mundo material vive en nuestra imaginación, los objetos son porque los pensamos. A menos que algún intrépido aventu

Origen incierto

  Si lo fuerzo es muy probable que nunca llegue. La ansiedad crece, la música va pasando, y afuera la lluvia sigue cayendo, pero la hoja aún está en blanco. El lápiz se siente frío en la mano derecha, adormecido, como esperando para acariciar suavemente el papel dejando su huella. Extraña huella, distinta a las humanas, esta produce rastros grisáceos, a veces más claros otras mucho más marcados; va dibujando palabras en su propio lenguaje, inentendible para el instrumento, inerte, que alguna vez fue un árbol con sus ramas libres abiertas al viento. Pero esta lengua es propia de quien sostiene el lápiz, en un antiguo ritual de transmisión de ideas, las conexiones eléctricas en su órgano más incomprendido, pasan por la mano hasta el instrumento y luego al papel, y así son transferidos a la realidad material, donde quedan plasmados a menos que se destruya intencionalmente el medio. Ese mensaje en un misterio. ¿De dónde vinieron esas palabras, esa intención? La respuesta lógica sería de